jueves, 28 de mayo de 2009

El Pacto


Soy paranoico, extremadamente paranoico, constantemente me siento observado, cada uno de mis pasos los controlo fríamente, mi problema me ha vuelto calculador a tal grado que mido mis tiempos para todo, desde comer, excretar hasta volver aleatorios mis recorridos por las calles y cuando me encuentro en alguna no dejo de mirar el mas minucioso detalle; gracias a mi paranoia mis sentidos se han agudizado, el resonar de las plantas al compás del viento, el paso mas lejano, el roer de las ratas, ¡Hasta el aleteo de las alas de los Ángeles y el reptar de los Demonios desde el infierno!

Todo eso lo presiento a pesar de ser un total escéptico.


Estar tan demacrado por mi vicio ha hecho que este medicado para calmar mi desesperación, casi no puedo comer y el vino me da repulsión, pensar en su color carmesí sanguinolento me da nauseas, añadiendo mis noches con esas horribles pesadillas de ojos acosadores mirándome sin pudor, esas manos huesudas y frías que rozan mi piel, con el sudor helado bajando desde mi frente y mis gimientes gritos ahogados por la droga, solo me da la sensación de haber sido enterrado vivo.


Al despertar cada mañana mi vista se encuentra cansada de tanto presionar mis ojos con mis dedos por culpa de esas terribles horas oscuras, a pesar de eso odio el sol, odio mirarme al espejo y visualizar esa silueta de un hombre flaco, pálido, jorobado, de pómulos salientes, notables huesos y vista deprimida pero lunática e inquieta.


Esto no lo considero extraordinario simplemente es una normalidad exorbitante que ha servido para evitar situaciones que están fuera de mi control, empero no siempre fui así, ya que todo tiene excusa en un evento fuera de mis fuerzas razonables.


Todo principió con una llamada sollozarte de mi tío Abel, era un anciano débil y solo pero sobre todo supersticioso, decía tener miedo por continuas veces durante el transcurso del día había estado un gato negro de ojos amarillos y solo se retiraba el felino para dar espacio a un enorme perro negro de ojos rojos. No le creí. Acepte a regañadientes ir a espantar a los supuestos animales y consolar al viejo.


La vejes te vuelve patético.


Tome la primer carroza que pasaba, el jinete estaba oculto por su sombrero de copa y sus oscuras ropas, los caballos estaban mal alimentados, a tal grado que tenia la piel pegada a los huesos, el sonido tosco y el trote continuo de los animales me llevaban entre los pasadizos del parque, llovía un poco, las se elevaban en los cielos tortuosos, un grupo de cuervos salio entre un montón de arbustos y pinos que cubrían parcialmente un árbol seco, un leve movimiento de la carreta y se me perdió de vista, el carrocero acelero el paso, llegamos en breve.


Al llegar a la entrada no solo estaba el gato negro, había moscas entrando y volando con su zumbido a la mansión barroca de mi tío, estaba indeciso e entrar, cuando lo hice un olor repugnante y una sensación opresora como si la gravedad se hubiese incrementado, las moscas volaban rumbo a la planta alta, las cucarachas brotaban de todos los rincones y se desplazaban al mismo sitio. Para las arañas era un festín.


Subí las escaleras y con cada paso rechinaba el escalón que pisaba, acompañado por los inmundos y diminutos bichos no pude evitar pisar uno, salio una secreción amarillenta; el tufo se intensifico, hedía a algo podrido, empuje la puerta al estar fuera de la habitación, no estaba cerrada, resonó un crujido turbador, cubrí mi afilada nariz con mis lánguidos dedos y entre. Mi tío estaba muerto.


Colgado de cabeza, amarrado de sus pies al candelabro central de la habitación con su propia piel, sus manos colgaban inertes, la sangre emergía de todos sus poros, era un cuerpo carmesí, los insectos entraban y salían de su cuerpo, volaban a su alrededor, era una orgia de muerte; la roja habitación iluminada por las velas creaba un tétrico ambiente de desesperación, un gato surgió del candelabro y bebía de la sangre como si fuese leche, esta estupefacto pero la hipnosis termino con la aparición de un enorme perro negro con flamas en los ojos, ladro y todo retumbo. Salí corriendo de la mansión a una velocidad sorprendente, estaba asustado, mi corazón latía con fuerza y mis sienes estaban a reventar, mí vista nublada, así que por mero instinto encontré el camino en el parque, corría entre el fango, lodo y desesperanzas. Una vuelta mal dada y perdí el rumbo.


La noche comenzaba y yo seguía en círculos entre la densa espesura del bosquecillo, mi desesperación era mayor a mi miedo empero este ultimo me agobiaba con horripilantes sonidos y figuras de la oscuridad; entre las macabras figuras apareció un árbol petrificado, con raíces grises y rasgaduras púrpuras, la densa neblina y la fetidez a podrido salían despedidos del la tierra donde yacía el árbol; los cuervos parados sobre las ramas mirándome con deleite se encontraban callados, la falta de ruido era anormal, el árbol crujió, las aves volaron despareciendo en el cielo y cubriendo las estrellas, la luna se torno roja y ríos de sangre llovían de ella, macabras carcajadas tenían un eco insoportable en el lugar.


Tuve una alucinación o un recuerdo, un pacto, asesinatos, cadáveres y una semilla extraña enterrada en un lugar donde debió haber una lapida, la ejecución de una venganza, todo era rojo y negro, sexo y fuego, destrucción y poder; en todo eso: mis ancestros.


El árbol fue un mensaje, el cruel emisario de una deuda contraída hacia cien años donde la descendencia pagaría la gloria ganada en tiempos pasados.


Al terminar la confesión infernal yo sudaba frío, sufría al conoce mi destino; Vagar por el averno eternamente por algo que yo no hice.